“Han sido demasiados años”, me lo repito mientras intento curarme, calmarme.
“Ha sido demasiado daño”, mientras que intento que todo sane.
Que una vida dedicada a dar, sólo te deja con las manos vacías
Y que no te enseña a gestionar lo que recibes, te obliga a aceptarlo.
Menos mal que he llegado a este punto de inflexión con mi edad, cuando aún no es tarde.
Cuando aún puedo desaprender años de dolor y transformarlos en riqueza, en amor.
Hacia mí misma, porque ya era hora de empezar.
El tiempo no cura nada, y eso lo sabe todo el mundo, pero a veces ayuda a que todo se calme, a que todo se enfríe, a que todo vuelva a su ser. Estoy volviendo al mío (aunque de momento todo esto no sea más que un vago boceto)
No es fácil, ya lo sé. Te juro que hubo un tiempo en el que no era tan complicado, tan complicada. Hubo un tiempo en el que podía con todo.
Ese tiempo que fue sólo tuyo.
La energía de toda una vida concentrada en años.
En tardes de metro
En todas mis primeras veces, porque ya no me quedan más.
Hoy me doy cuenta de que eso no me correspondía.
(Volvería a repetirlo)
Pero se ha cobrado muchas sonrisas y muchas horas de sueño
Muchas caricias, muchos “te quiero”
Que ya no salen porque tienen miedo.
Porque no se encuentran el sentido.
Han sido demasiados años, son demasiados años,
porque en parte, no acaba nunca
Pero necesito pausarte a ti también, un tiempo
Porque necesito saber qué quiero, quién soy.
Porque siento que sin ti no tengo nombre, y necesito cambiar eso.
Volveré, te lo juro, cuando todo esté más calmado, mi persona.
Seguimos siendo espada y escudo, pero por primera vez en 11 años, siento que necesito deshacer el nudo